80.- Para muchos conductores, las experiencias disfrutadas con su primer coche quedarán para siempre en sus recuerdos. Viajes, noches en vela o vacaciones son algunas de las vivencias de las que siempre podrán hablar.
No fue mi primer coche, pero si al que le tengo más cariño y con el que he tenido infinidad de satisfacciones y vivencias, pero no he hecho esta crónica para hablar de ellas, sino del auténtico protagonista, un vehículo de plástico ideal para disfrutar de la playa.
En mayo del 68 París vio como sus calles se llenaban de estudiantes y trabajadores reclamando sus derechos. Mientras en la capital tenía lugar una “revolución” que cambiaría para siempre la mentalidad de muchos europeos, en Deauville, una localidad de la Baja Normandía, se presentaba el coche que se convertiría en todo un símbolo: el Citroën Méhari, el hermano moderno y descarado del Citoën 2 CV, y derivado del Dyane 6, aunque solo compartía el bastidor, pues el resto del vehículo era íntegramente de plástico.
El 16 de mayo de 1968 la marca francesa sorprendía al mundo con un modelo que rompía esquemas. Sus dos características más excéntricas eran: su techo desmontable y su carrocería de plástico. Carrocería que lucía una paleta de vivos colores que hacían sonrojar a los tonos apagados y sufridos que predominaban sobre el asfalto por aquel entonces. Dicho material no estaba pintado, sino que estaba entintado, al contrario que las carrocerías de chapa. El colorido y la versatilidad del modelo supusieron una auténtica revolución. No se esperaba menos de un nacido en mayo del 68.
A Roland de la Poype, un veterano piloto que voló en la Segunda Guerra Mundial, le debemos el uso del plástico en su carrocería, que lo convirtió en un vehículo asequible y versátil, pensado para el ocio y con un mantenimiento mínimo: con dos manguerazos, el Méhari luce como nuevo sin necesidad de jabones ni ceras especiales.
Cuando De la Poype abandonó los mandos de los aviones de guerra se convirtió en uno de los industriales del plástico más poderosos y pioneros del continente. Por eso diseñó un coche de “Acrilonitrilo Butadieno Estireno”, también llamado plástico ABS, un material muy resistente a los impactos que está presente en muchos hogares, sobre todo en los de los amantes de los juegos de construcción de LEGO, ya que los bloques de esta marca se fabrican con él, pero también grapadoras, ratones para el ordenador, impresoras, carcasas de televisores, etc.
El Méhari era, además, un coche de una ligereza asombrosa. Su pequeño motor de dos cilindros, una potencia mínima de 33cv y su liviano chasis, facilitaban que el vehículo pesara poco más de media tonelada (570 Kg.), algo que lo dotaba de una gran agilidad en la carretera para poder alcanzar los 100 km/h.
Pero las peculiaridades del Méhari no terminaban ahí, también se diferenciaba por la ausencia de puertas, en su lugar había unos rebajes para facilitar la entrada al mismo. También carecía de techo, el mismo era una lona que se sujetaba a la carrocería mediante unos corchetes y unos toldos laterales que aislaban más bien poco y como si de un juego de LEGO se tratase, este mítico modelo de Citröen podía desmontarse casi por completo. Todo ello solucionado de forma muy sencilla para un coche que pretendía ser sencillo hasta el más mínimo detalle.
Valga decir que el Mehari no estaba pensado para climas revueltos, pues en un día de lluvia, probablemente terminásemos de agua hasta las rodillas.
La palabra Méhari se inspira en cómo pronunciaban los francófonos del norte de África y el Sáhara el término árabe para designar el dromedario. Y el coche ha hecho honor a su nombre, convirtiéndose en un vehículo con usos mucho más difíciles de los que se le suponían cuando fue diseñado. Este coche de plástico, ingrávido y pensado para el disfrute ha llegado a participar en el Rally Dakar, donde ha servido como vehículo de asistencia durante muchos años. También formó parte de la flota del ejército francés, que encontraron en el Méhari la ligereza que ningún todoterreno ofrecía, algo que facilitaba que fuera lanzado con paracaídas desde los aviones sobre el campo de batalla para abastecer a los frentes.
Citroën mantuvo el Méhari en producción entre 1968 y 1987, tiempo que les bastó para lanzar nuevas versiones sobre el mismo modelo. A los diez años de su aparición, la marca francesa sacó al mercado el Méhari 4×4, que contaba con un compartimento especial para la rueda de repuesto en su capó. Pero jamás abandonaron el espíritu lúdico de este modelo de diseño inmortal. Por eso idearon el Méhari Azur, con la carrocería blanca con detalles azules y el tapizado con rayas blancas y azules, al más puro estilo de hamaca playera, y el Méhari Plage, igual que el anterior pero en amarillo y blanco.
Por las carreteras de todo el mundo han transitado 150.000 Méharis y hoy en día es un coche de coleccionista.
En la Costa Mediterránea es, sin lugar a dudas, donde se encuentra como “pez en el agua”, y donde ruedan y podemos ver más ejemplares del Citröen Méhari, ya que su configuración lo hace ideal. Además, el salitre no afecta a su carrocería y su poco peso y altura con respecto al suelo facilitan el tránsito por los caminos bacheados sin temor a que los bajos del vehículo sufran daños.
El “culto” al Méhari se concentra en la actualidad en Francia, donde se pueden adquirir recambios con cierta facilidad, e incluso una carrocería nueva a estrenar. Como ocurrió en España con el 600, el Méhari se ha convertido en un símbolo de una época que aún hoy conserva su contenido: playa, ocio y aire libre.